viernes, 31 de mayo de 2013

Fin de semana: La Huerta en la cinemateca

                                         Foto: Página Siete
Quienes aún no la vieron, pueden hacerlo este fin de semana. La Huerta, ingresando a la cuarta semana de exhibición, está en la cartelera de la cinemateca. Esta película boliviana continúa cautivando a los espectadores con su mezcla de picardía y suspenso.

martes, 28 de mayo de 2013

"Estrellas en Bolivia"




En la actualidad, el cine boliviano es un arte en expansión. Rodrigo Ayala Bluske está encantando a todo el mundo con una oferta representativa del cine producido en Bolivia.

lunes, 27 de mayo de 2013

Flash (Página Siete): Premier en La Paz


El suplemento de sociales de Página Siete, "Flash", publicó fotografías de la premier de "La Huerta", realizada hace cuatro semanas.

viernes, 24 de mayo de 2013

En radio "París-La Paz"

Ayer, el director de La Huerta, Rodrigo Ayala y la actriz Liliana Arce fueron los protagonistas del espacio "Bellas Artes" que se emite por radio "París-La Paz".

La ocasión fue propicia para que ambos reiteren detalles sobre la experiencia del rodaje de la cinta, así como sus anécdotas y vicisitudes.

La Huerta se encuentra en su tercera semana de exhibición en las salas de estreno de las ciudades de La Paz, Cochabamaba, Tarija y santa Cruz.

lunes, 20 de mayo de 2013

Luis Bedrow: Comparando críticos a partir de La Huerta


    Se agradece leer una crítica de arte -como la de Mauricio Souza- en la que el autor analiza la obra, expone sus propósitos, tensiones e intentos, y a partir de ello opina sin imponerse. Esa crítica minuciosa alienta al artista a ser más riguroso, pues percibe que su obra ha merecido atento respeto. Además, esta crítica orienta al público sobre el estado y los afanes de los artistas bolivianos y lo conduce a interesarse por las perspectivas que ofrecen las artes sobre la realidad. De ahí que pueda afirmarse que las críticas elaboradas con seriedad y capacidad prestan un servicio importante al arte y al público.

    Se agradece también este honesto trabajo de crítica porque disminuye el impacto de otra, que trata las obras de los artistas como si fueran objetos de farándula, que pueden ser tomadas como juguetes de burla. Por eso, me permito tomar pie en la calidad del trabajo de Mauricio Souza para marcar diferencias con la crítica de juguete, que lleva ya mucho tiempo dañando al cine boliviano.

    Comparo aquella crítica a las notas de farándula pues tienen similar propósito. En efecto, las crónicas de farándula sirven de carnaza para que el público satisfaga su gustillo de juzgar y despreciar, y pueda reafirmar sus valores más pedestres. En las tertulias televisivas, los presentadores juegan a quién logra la metáfora más chistosa para el juicio más lapidario y el televidente se identifica con ellos y los admira porque vapulean a los privilegiados por la fama.

    Algo similar parece pretender lograr el autor de las notas críticas a las que me refiero (Ricardo Bajo). Ese periodista no parece interesarse por la obra de arte, pues no la describe ni analiza sino que la usa para encaramarse sobre ella y exhibirse vociferando su “buen gusto”, su “severidad”, su “ingenio” y cosechar el temor de los artistas y la admiración de los incautos. Así va creando a su alrededor un baldío para el arte donde el artista puede ser agredido y el público es alentado a despreciar.

    Por supuesto que el artista no puede responder a este tratamiento, pues pareciera que estuviera pidiendo condescendencia cuando en verdad pide seriedad. Y el público, halagado por la facilidad del juicio, olvida su derecho a recibir la información que necesita para ingresar en la construcción de su criterio, en la apreciación del arte.

    Para finalizar, deseo apuntar que no escribo estas líneas movido por alguna animadversión con ese periodista ni tengo ninguna vinculación con La huerta, la película de Rodrigo Ayala que critica Mauricio Souza y que fue objeto de una nota del comentarista al que hago referencia. Tampoco he recibido de ese señor alguna opinión desfavorable para mi trabajo de actor en el teatro o en el cine. Espero que estas circunstancias -totalmente aleatorias- tengan la virtud de conferir objetividad a este reclamo, que expreso movido solamente por el deseo de que los críticos de arte sean los interlocutores expertos que los artistas requieren. (Página Siete)

sábado, 18 de mayo de 2013

Sebastián Morales Escoffier: La huerta: Entredichos

Hay una cierta tendencia en el cine latinoamericano de los últimos años de retratar a las  clases altas de los respectivos países. En este todavía pequeño corpus podemos encontrar películas como la panameña Chance, la peruana Dioses y por supuesto, la boliviana Zona Sur. Todos estos filmes demuestran un cierto gusto por desarmar la honorable fachada de los hogares de clases altas para sacar sus trapitos al sol.
En este grupo de filmes hay que aumentar la nueva propuesta de Ayala Bluske: La huerta.  La cámara del director tarijeño se adentra a la casa de una curiosa familia de clase alta del sur de Bolivia.  Al igual que en la propuesta de Valdivia, la gran parte del metraje tiene como locación el disfuncional hogar de esta familia. El film cuenta la historia de un asesinato en el seno mismo de la casa. Los hechos que llevaron al crimen serán reconstruidos a partir de flashback y de los testimonios de cada uno de los miembros de la familia. A partir de piezas aparentemente fragmentarias, Ayala busca jugar un Clue audiovisual.

 Y este juego no comienza necesariamente con el asesinato, que es leitmotiv que ordena todo lo que sucede en la casa. En los primeros planos de la película vemos a todos los miembros de la familia sentados viendo una telenovela y en las pausas, contando chismes. Esta referencia televisiva permite entender los verdaderos propósitos del film; se trata de un juego de apariencias, en donde la verdad de las cosas sólo puede pasar entre un entrecruzamiento entre  lo dicho y lo visto.

De ahí que es necesario prestar atención en La huerta  a los detalles, en lo que sucede en un segundo  plano, en lo que está atrás de algo. Prestar atención a las miradas poco ortodoxas de un miembro de la familia demasiado fisgón o  estar atentos a las múltiples menciones de la alcurnia de los personajes (“¿hijto de quién es?”). O a esa secuencia en donde una de los personajes se comienza a excitar cuando su marido comienza, en un segundo plano, a contar chismes por teléfono.  Es en esos momentos, en donde lo oculto sobrepasa la censura de la honorable fachada, en donde La huerta  comienza a funcionar. (Cinemas-cine)

viernes, 17 de mayo de 2013

Ricardo Zelaya: La huerta




    La lenta madurez del nuevo cine boliviano -si aceptamos como nuevo al que se viene gestando en los últimos 20 años- tiene en La Huerta, de Rodrigo Ayala, recién estrenada en casi todos los cines del país, un buen paso adelante en sus búsquedas de claridad de género y coherencia narrativa.

    Última de una trilogía de comedias presentada por Ayala después de Días de boda e Historias de vino, singani y alcoba, La huerta supera finalmente el desafío de ser una comedia amena y llevadera, con actuaciones homogéneas y, lo más importante, una narrativa que consigue capturar la atención del público sin baches ni extravíos de consideración, cualidad esquiva en la mayor parte de las producciones locales recientes.

    Una historia aparentemente sencilla, anclada en el misterioso asesinato de uno de los protagonistas y los esfuerzos de la Policía por desentrañarlo, termina por sacar a luz varios de los complejos y tribulaciones de la sociedad tradicional tarijeña -que bien podría ser paceña, cochabambina o chuquisaqueña-, sobrepasada y arrinconada por los nuevos tiempos que soplan en el país.

    No se trata, con todo, de un filme de acabados perfiles políticos o sociológicos, sino de una comedia que, en su propio lenguaje -el lenguaje de los guiños, las situaciones absurdas y las ocurrencias ligeras-, se acerca y critica las contradicciones sociales, los mitos urbanos y lo que de criticable encuentra a su paso.

    Con buen pulso, Ayala consigue de este modo articular el tratamiento detectivesco de la historia que propone a su visión crítica sobre el medio en que se desenvuelve, construyendo en el camino varias subtramas que le añaden a La huerta interesantes respiros y lecturas laterales.

    Todo el buen resultado general, apoyado en el aceptable desempeño del elenco, un trabajo sonoro solvente y una fotografía impecable, revela por contrapartida sus puntos flacos en el empleo excesivo de primeros planos, que tensiona innecesariamente el ritmo de la película, y una omnipresente voz en off que, si bien contribuye a evitar despistes en el desarrollo de la historia, termina siendo nomás un recurso demasiado obvio y machacón.

    Está claro que sería excesivo situar a La huerta entre los picos de la cinematografía nacional, pero hay que reconocer que se trata de lo mejor que ha hecho Ayala en su difícil incursión por el género comedia, y, lo más importante, de una pauta digna de tomarse en cuenta sobre aquello que venimos esperando todos hace ya mucho tiempo: una película bien narrada. (Página Siete)

Fernando Molina: ¿En qué "huerta" deben sembrar los artistas bolivianos?





    Apartado de los mercados culturales, entregado al veredicto de críticos que sólo reconocen las obras que pueden ser consumidas por mediación suya (es decir, a través de una interpretación erudita o político-ideológica que se halle a su cargo), el arte narrativo boliviano ha tenido hasta ahora muy pocas posibilidades de desarrollo.

    Más que contar una historia, lo que la mayoría de los artistas pretende es afectar las clasificaciones teórico-históricas de los críticos y entonces incurren en proyectos como la primera película boliviana de terror, la primera novela boliviana de ciencia ficción, el primer filme tarijeño o chiquitano, etcétera. Cada vez que vamos al cine u ojeamos una novela nacional podemos presentir esta interlocución casi enfática entre el director o el escritor y un grupo más o menos entrevisto de críticos y periodistas, sus pares, para quienes escriben o filman, y a quienes desean persuadir no tanto con el argumento de su talento -que debería postularse como un valor universal-, sino con su capacidad para trasplantar a Bolivia, y aclimatar en ella, eso que autores y críticos admiran por igual: ciertas tradiciones irreverentes, los estilos de un grupo de grandes escritores o cineastas, lo meta-genérico (las obras que no valen por sí, sino como portavoces de un género determinado), etcétera.

    Así tenemos, en general, un arte que se hace valioso cuando emite la señal de que parece “contemporáneo” e “internacional”, es decir, de que copia bien las vanguardias del día.

    Ésta es la forma particular que tienen nuestras élites culturales de reproducir la actitud de las otras élites nacionales, para las cuales Bolivia es muy poca cosa, por lo que aspiran a otras formas de organización social y a otros estilos de vida, para importarlos y aplicarlos aquí como modelos. Por supuesto, estas importaciones son inevitables, ya que nada nunca puede ser totalmente endógeno; el problema surge cuando se cree que además son panaceas que transformarán radical y vertiginosamente la realidad pequeña y carenciada que nos es propia. Luego eso no ocurre, claro, y entonces se sucede la desilusión: las élites se vuelven a convencer por enésima vez de que el país “no está preparado” para su grandeza; las élites culturales, en particular, confirman que sus componentes son genios incomprendidos.

    No existe un gesto más provinciano que éste: creer que las verdaderas necesidades del entorno, toda vez que son demasiado pedestres para uno, deben dejarse de lado. No hay nada más provinciano que tratar, en cambio, “ser otro”, una búsqueda rastrera que Tamayo ya denunció en un año tan remoto como 1910.

    Un camino diferente es el que emprende Rodrigo Ayala con sus comedias, la última de las cuales, La huerta, se exhibe en este momento en las salas del país. El proyecto de Ayala es diferente a otros porque: a) no reclama un reconocimiento ni una interpretación consagrada de parte de los intelectuales, periodistas y críticos; b) no pretende impactar sobre los pares de su director, es decir, sobre los demás artistas bolivianos, mediante la aplicación de algún paradigma externo admirado por todos; c) no quiere negar, maquillar o sofisticar la realidad nacional que a las élites les resulta, como hemos dicho, chocante e incluso intolerable. Todo esto requiere coraje e independencia, y Ayala ha tenido que pagar un alto precio por esto.

    Las películas de Ayala son particularmente irritantes para los esquemas provincianos sobre el cine porque no pretende hacer un cine “con mensaje”, de “autor”, es decir, diseñado para triunfar en los certámenes internacionales y dar las espaldas al público real. Tampoco son películas puramente comerciales, porque las condiciones bolivianas no permiten competir desde ese punto de vista, y no tendría sentido para el director o su equipo de producción el intentarlo. Este proyecto requiere de una combinación de conocimiento del público y talento artístico.

    La función básica del arte es narrar tanto el referente (la cosa filmada) como la subjetividad del autor. Sólo cuando esta función se da plenamente es posible que se produzcan elaboraciones y/o alteraciones vanguardistas (simbolismo, expresionismo, etcétera). En La huerta es donde Ayala mejor cumple con ella, como ya han señalado los buenos críticos que tenemos, es decir, los que se resisten a entrar en el “juego de consagración” de las élites culturales que se describe más arriba.

    Sólo proyectos como el de Ayala permitirán que algún momento el cine contemporáneo llegue a contar, con una nitidez que no se ha logrado más que en raras ocasiones (pienso especialmente en Chuquiago y en Mi socio), una historia “propia”, lo que no quiere decir “boliviana”, sino verdaderamente sentida y pensada por un autor boliviano, en tanto boliviano. A ser un cine “auténtico” y “genuino”, si se me permiten estas peligrosas expresiones, que por supuesto no deben entenderse en un sentido costumbrista.

    Ésta es la “huerta” en la que los nuevos artistas tendrían que sembrar sus legumbres. Para lo cual deberían tomar de Ayala, para seguir la metáfora, el azadón del desprejuicio respecto de las convenciones y los tabúes del cine boliviano de curso corriente. (Página Siete)

miércoles, 15 de mayo de 2013

Editorial: Nuestra Huerta






Tiempos de cambio. Desde hace algo más de una década Bolivia ingresó en un torbellino político, económico y social que paulatinamente va mostrando sus impactantes efectos. Poco a poco, las diversas expresiones artísticas van reflejando esos cambios profundos. Y ese proceso ha llegado a una de sus manifestaciones más caras: el cine.

Ya en 2009 nos llegó una producción destacada. Juan Carlos Valdivia mostró la irrupción de la burguesía chola en la rancia, blancoide y otrora profundamente racista clase alta paceña. Su filme “Zona Sur” sorprendió algo por la historia de una mujer de pollera que compra una mansión a una familia de “blanquitos” quebrada. Pero sorprendió más por mostrar una experiencia que no deja de repetirse allá en el occidente del país.

En 2010, la española Isiar Bollaín trajo otro aporte a esta progresiva construcción de la historia reciente. En “Y también la lluvia” puso en escena la Guerra del Agua que desde Cochabamba conmocionó al país en abril del 2000.

Un ícono del cine nacional sumó lo suyo el año pasado. A su estilo y sesgo ideológico, con una producción extraordinaria por la reconstrucción de escenarios históricos, Jorge Sanginés celebró el cambio en “Insurgentes”. Redescubrió a héroes indígenas ignorados en la historia republicana e hizo de ellos los eslabones del presente en el poder político.

También en 2012, otro laureado cineasta boliviano, Marcos Loayza, mostró otras facetas de esta Bolivia del siglo XXI desde Santa Cruz. En medio de un “thriller” policiaco presentó esa otra gran expresión de este tiempo: la ciudad más grande de Bolivia, con todas sus aristas. Sus modelos de plástico y su vocación farandulera, su delincuencia, su hermosura pícara, su pujanza arrolladora y su singular crisol de la bolivianidad.

Hasta ahí cuatro obras tomadas prácticamente en el azar de la memoria en medio de varias otras. Sin embargo, esta serie de producciones mantiene algo de la Bolivia del pasado: se queda básica y abrumadoramente en el denominado eje central La Paz-Cochabamba – Santa Cruz.

De pronto, desde el sur nuestro dinámico Rodrigo Ayala advierte por doble o triple partida que también aquí los cambios gestan una nueva Bolivia. En un valioso y admirable un esfuerzo cinematográfico completa una trilogía con su filme mejor logrado: “La Huerta”.

Y, con humor, marca registrada de los chapacos, “La Huerta” nos recuerda que esta otrora apacible y pintoresca sociedad se está transformando. Un sacudón político, económico y social rodea ese refugio tradicional de la clase media tarijeña y desata pasiones encontradas. ¿Cuántas “huertas” entrañables del pasado no vemos que van mutando hacia un imparable cambio que también conmociona a sus propietarios y vecinos? Bien podrían hasta simbolizar la propia transformación regional que marca la contradicción entre la Tarija que fue y la que debe nacer. Nuestra gran huerta departamental vive un tiempo clave donde quienes la heredaron y quienes llegaron a ella están definiendo su destino.
Divertida, con buena calidad técnica y un equipo humano que promete mucho más para el futuro, “La Huerta” ya cosecha generosos aplausos en Bolivia. Ahora con cine, Tarija recuerda que la nueva historia nacional también se escribe con especial fuerza desde el sur. (El Nacional)

martes, 14 de mayo de 2013

Página Siete: La Huerta logra buena respuesta del público





    La película de producción nacional La huerta ocupó el primer lugar en la cartelera de la mayoría de las salas de cine de las tres ciudades del eje en las que se exhibe desde el pasado jueves 9 de mayo.

    Según informes de la productora Toborochi Films, los datos fueron recabados en los cines Center y Bellavista de Santa Cruz, Center de Cochabamba, Multicine, Center y Cinemateca Boliviana de La Paz.

    Este desempeño nacional se suma al que obtuvo en su primera semana en la ciudad de Tarija, donde el largometraje fue estrenado el 2 de mayo. En ese caso tuvo un primer lugar absoluto, respecto a los otros títulos en cartelera.

    La huerta, dirigida por Rodrigo Ayala, es una comedia que gira en torno a las vivencias de los ocupantes de una casona en la periferia de Tarija, cuyas vidas se ven alteradas por un misterioso crimen.

lunes, 13 de mayo de 2013

La Huerta, en primer lugar en las salas de estreno


La Huerta”, la última película de la trilogía de comedias de Rodrigo Ayala es vista en las salas cinematográficas de Cochabamba, Santa Cruz,La Paz, Tarija y Sucre.

La película de producción nacional, “La Huerta”, debutó este jueves 9 de mayo en los cines del país en que se exhibe y ocupa el primer lugar de los estrenos de la semana.

Los datos recabados de los cines; Center y Bella Vista en Santa Cruz, Center de Cochabamba, Multicine, Megacenter y Cinemateca Boliviana deLa Paz, confirmaron que la cinta de producción tarijeña obtuvo los mejores resultados, frente a las otras películas de estreno, los datos fueron proporcionados por fuentes vinculadas a esas salas, a la agencia de noticias Plus Bolivia.

Según describen medios nacionales, la trama central de “La Huerta”, que tiene como leyenda “Pasa… hasta en las mejores familias”,  es un asesinato que revela a una serie de personajes de la clase media tradicional boliviana. En esta su producción –en la que Toborochi invirtió aproximadamente 100 mil dólares americanos–, actúan Valeria Catoira, Luciana Acosta, Virginio Lema, Toto Vaca, Liliana Arce, Adrián Vaca, Diego Gabriel Arana, Mónica Beccar y Ariel Álvarez. Este desempeño nacional, se suma al que obtuvo en su primera semana en la ciudad de Tarija, donde fue estrenada el 2 de mayo. En ese caso tuvo un primer lugar absoluto, respecto a los otros títulos en cartelera y se espera aún el apoyo de la población. (El Nacional/Plus)

domingo, 12 de mayo de 2013

La Huerta: una narrativa del rumor (Mauricio Souza)





Uno: Los ocho o nueve miembros de una familia se amontonan en una cama inmensa, frente al televisor. Se distraen -durante un corte publicitario- contando un largo chisme, tan o más complicado que el que, seguramente, narra la telenovela que esperan.

Dos: Así se abre La huerta, la nueva película de Rodrigo Ayala. Muy poco después aparece el cadáver de Beto, uno de los que habíamos visto al principio escuchando chismes y viendo tele. El resto de la película girará en torno al develamiento de este crimen “intrafamiliar”. Llegan los inspectores de la Policía, interrogan a varios y son esos interrogatorios -en tanto pretexto o anclaje narrativo- los que conducen lentamente a la construcción de otra cosa: la historia de cada personaje, de sus relaciones, de sus miserias, de sus errores. El relato va y viene, pues lo suyo es tramar una red de indicios: se amontonan anécdotas, disputas, fiestas, infidelidades, líos de plata, chistes, engaños, seducciones. Empezamos a sospechar que Beto, la víctima, acaso lo sea porque cometía una suerte de imprudencia sistemática, que también es un hilo de la narrativa: como nosotros, los espectadores, se metía en todo, espiaba a todos, pensaba lo que no había que pensar.

Tres: La huerta busca, con indudable claridad narrativa, reproducir los vaivenes no lineales del rumor en una sociedad oral. Como en esos árboles del huerto, una rama conduce a la otra: por eso tal vez la película ensaya -en su estructura- el encadenado digresivo de lo que sus personajes cuentan o inventan, revelan o esconden al ser interrogados. Es como si la palabra maledicente y el sexo fueran las únicas maneras de intersubjetividad, de circulación, posibles en este grupo social. No en vano, en el que es el mejor gesto de humor de la película, Verónica -la cabeza de familia- sólo se excita sexualmente si, al mismo tiempo, le susurran chismes al oído.

Cuatro: Ayala vuelve en esta película a la idea que había impulsado sus dos anteriores: probar un modelo genérico en tanto mecanismo de descripción social. Cierra así una trilogía en la que Día de boda (2008) e Historias de vino, singani y alcoba (2009) fueron los otros capítulos. Hay algo común en todas estas películas: el director persigue trazar enredos, construir confusiones, tramar trampas en torno a un repertorio de personajes más bien abundante y siempre móvil. Porque éste, en parte, es un tipo de comedia que exige el desplazamiento, el “fuera de lugar”, la confusión espacial de sus personajes que, paradójicamente, nunca salen de los mismos espacios, sobre todo del asfixiante escenario endogámico de Ayala , a la vez, quiere dar cuenta de un universo cultural específico: la Tarija algo provincial de la clase media-alta, conformada con frecuencia por políticos (cuando no pedían asilo en otros países), “profesionales” y “buenas familias” venidas a menos.

Cinco: El de Ayala ha sido, en suma, el proyecto de aclimatar como comentario social las pautas de modelos clásicos de la comedia (screwball, negra, “a la italiana”, etcétera). De estas variantes del género “ligero” retoma algunos ingredientes: el uso de tipos (siempre cercanos al estereotipo), su desconfianza de los silencios y momentos muertos (pues es comedia que rehúye la inactividad o contemplación) y su utilización de los rituales del cortejo, del chisme y de la esperanza del matrimonio como motores narrativos.

Seis: De los dos anteriores capítulos de la trilogía, el que mejor funciona es el segundo, lo que ya habla, sin duda, de un aprendizaje. Aunque correcto ejercicio de género, en Día de boda terminan dominando aquellas que no sino las limitaciones del ejercicio y su producción (actores no profesionales, de trabajo desparejo; música algo obvia). Además, aunque no carezca de buenos momentos, su guión se distrae en los desplazamientos (del raptado padre de la novia) y, al final, se apura demasiado al cerrar sus asuntos. Historias de vino, singani y alcoba -además del tenue hilo conductor anunciado por el título- ofrece una serie de viñetas independientes en torno a lo que es la antropología de una clase, retratada a partir de sus rituales de apareamiento. De estas historias, unas funcionan mejor que otras, según este criterio: son mejores aquellas en las que Ayala no decide atar todos los cabos o trazar una moraleja demasiado explícita.

Siete: Es precisamente ese afán de claridad, de transparencia narrativa, el que explica aquello que en La huerta no funciona del todo. Con una narración enrevesada entre las manos, Ayala a veces siente la necesidad de aclarar casi pedagógicamente las conexiones y detalles que está tratando de enlazar. Algunos relatos en off resultan por eso innecesarios (relatos en los que se nos cuenta esto y aquello de los personajes) y, a ratos, el interrogatorio de los policías es demasiado explícito (sus preguntas parecen dirigidas más a nosotros que a los personajes que están siendo interrogados). Este afán de claridad -que, me imagino, es deliberado- también conduce a un uso un tanto tradicional del plano/contraplano de los personajes dialogando o reaccionando a lo que los otros dicen: tal vez Ayala no debería acercarse tanto. (Pienso por ejemplo en una serie de miradas en la mesa familiar, que se hubiera beneficiado de cierta distancia de la cámara: ésta quizá debería haberse comportado como Beto, es decir, como fisgona).

Ocho: En general, las películas de Ayala rondan un mismo modo o exploran un mismo mecanismo (ya presente en el género): la distancia entre aquello que se dice y lo que se hace. Esta distancia no es sino la que una clásica definición llama ideología: decimos hacer algo mientras hacemos otra cosa. En el caso de sus películas, esa distancia tiene que ver con el discurso patriarcal de bar (y sus groseras exageraciones), la simple realidad (o banalidad) de las transacciones amorosas-sexuales, o el hecho de que la clase descrita en sus películas no tenga mucho que decir salvo hablar de las desgracias del prójimo mientras disimula las propias. En esto, La huerta -que es la mejor película de Ayala- introduce una variación: no se concentra tanto en la distancia que separa lo que los personajes dicen de lo que hacen (aunque algo de esa hipocresía hay), sino en el hecho de que sus personajes lo único que hacen es decir cosas, enredarse o excitarse con palabras. El rumor, el chisme, el cuento son, acaso, su única aspiración.

Y medio: Obviamente, reclamarle a esta trilogía de películas que no sean algo que no pretenden ser es un gesto crítico no sólo narcisista sino inútil. Porque son comedias; son y quieren ser legibles; suponen enredos y tipos (y, en todo esto, no se diferencian de algunos clásicos del cine boliviano: Mi socio, por ejemplo). Pero, a la vez y sobre todo, son retratos -hechos de pequeñas observaciones y detalles- de una clase y de una cultura regional. (Página Siete)

viernes, 10 de mayo de 2013

La huerta trae aires chapacos a los cines


La filmografía boliviana engrosa su lista con La huerta, la nueva comedia del cineasta Rodrigo Ayala, que trae la frescura de los valles hasta los cines cruceños.

El elenco del filme, constituido por destacados representantes de la escena actoral, hizo su paso por la alfombra roja de Cine Center, durante la premiere a la que asistieron los medios de comunicación e invitados especiales.

Luego del desfile, el público presenció la exhibición de la nueva pieza cinematográfica que desde hoy estará en las carteleras del Cine Center y del Bella Vista. (Sandra Quiroga - El Deber)

lunes, 6 de mayo de 2013

El Deber: Rodrigo Ayala: “No hay diferencia entre cine culto y popular”

Marcelo Suárez R.  El director tarijeño estrena mañana La huerta, una historia plena de humor negro y situaciones de enredo que dan continuidad a sus dos anteriores filmes. Ayala habla del cine que le gusta hacer y del público que lo consume


La huerta, el más reciente filme de Rodrigo Ayala,  se estrena para invitados este martes en Cine Center y desde el jueves se proyecta para todo público. Su director comentó diversos aspectos de este largometraje. 

La huerta cierra una trilogía que comenzó con Día de boda (2007) y continuó con Historias de vino, singani y alcoba (2009). ¿Qué intentas contar con estos tres filmes?
Las películas son un retrato de la clase media tarijeña tradicional. En ella se reflejan la idiosincrasia, las formas y las costumbres del valle tarijeño. En ese sentido, no hay mucha diferencia con la clase media boliviana en general. He tratado de hacer un recorrido por los distintos tipos de comedia. Día de boda es más una propuesta ligera; Historias de vino, singani y alcoba es más picaresca, se enmarca en la comedia italiana, en ese formato de pequeñas historias. La huerta tiende más al suspenso y al humor negro, quizás emparentando de alguna forma con cierto tipo de cine inglés que me gusta mucho.

¿Qué puedes decir de tu elenco de actores?
Este grupo de actores se ha ido formando con el tiempo. Me gusta trabajar sabiendo las características del actor, lo cual te facilita todo el proceso. Valeria Catoira tiene  personaje de villana muy creíble, muy bien construido; después está Virginio Lema, que es como el alma de la película; Luciana Acosta, que desarrolla un buen papel; como también Toto Vaca, que tiene un personaje muy difícil, muy ambivalente. Todos actúan bien.

¿Tus películas tienen un público de un nivel social o intelectual específico?
No creo, eso es estereotipar demasiado. Hay público para todo. Pongo un ejemplo: cuando en la televisión boliviana RTP acaparaba toda la preferencia de los sectores populares, no podía competir en rating con Los Simpson. Lo que quiero decir es que tú eliges un género por tus propósitos y de acuerdo con lo que quieras contar, pero no es que hay un cine para los bolivianos, tampoco existe esa diferencia entre cine culto y cine popular. Shakespeare es considerado un autor culto, pero en su momento era popular, lo mismo Mozart. Esas clasificaciones son lugares comunes que no se aplican en la realidad.

¿Qué te motiva a publicar ensayos sobre temas políticos, económicos y sociales?
Así como el cine ha sido parte central de mi vida, la política también. Desde mi época universitaria me ha apasionado, como a muchos bolivianos, pero solo fui militante hasta mis 23 años. El ensayo es la forma de continuar con ese sentimiento. 

 ¿Cómo ves a Tarija dentro del contexto nacional?
Su importancia económica ha crecido notablemente por el tema del gas. Eso la ha empujado tardíamente a replantearse otros aspectos, como su cultura tradicional, y mirar hacia otros lugares donde antes no veía. Por ejemplo, ahora se habla del desarrollo del teatro, de la música clásica y de diversas manifestaciones artísticas. La importancia político-administrativa de Tarija la está obligando a mover su superestructura ideológica  

domingo, 5 de mayo de 2013

Cambio:La Huerta, una comedia hecha en Tarija para toda la familia boliviana

El 9 de mayo marcará el estreno comercial del largometraje cómico La Huerta, la nueva producción de Toborochi Films. 

Esta producción posee una dosis de suspenso y humor negro dirigida a un público amplio, por su uso de códigos universales.

La Huerta descubre, con humor, los muchos aspectos que hacen que una familia sea y se  comporte como tal.

Conflictos, rivalidades, peleas, emociones encontradas, son algunas de las muchas capas que conforman al organismo social que conocemos como familia, y que son utilizadas por Rodrigo Ayala para construir su historia.

“Es una comedia con una fuerte dosis de suspenso y humos negro, describe lo que es la clase media tradicional tarijeña a partir de las relaciones personales de distinto tipo”, explicó Ayala. Es así que, a través del suspenso y el humor, se describe una idiosincrasia particular, pero en la que todos pueden encontrar su propio reflejo.

La trama se construye alrededor del asesinato de un heredero y de cómo la investigación de éste revela impensados matices de la vida de esta familia tarijeña.

Virginio Lema, uno de los actores, explicó que se trata de una “historia cotidiana”, en la que se pueden encontrar elementos de la vida típica de pueblos pequeños, como las conversaciones familiares de sobremesa y el chisme, pero combinado con muchas sonrisas y alegría.

Pese a que se trata de una historia hecha en Tarija, Ayala manifestó que la producción está pensada para llegar a un público amplio y a todos los segmentos sociales. “El film emplea un lenguaje bien estructurado y asequible”, indicó.

Igualmente, Lema explicó que la apuesta de la cinta es la aceptación del público nacional, ya que “todo está hecho por bolivianos para bolivianos, pero es un cine que no sólo por ser boliviano hay que verlo, sino porque es bueno”, sostuvo, por lo que valoró no sólo la trama, sino el guión, sus detalles, la banda sonora, entre otros aspectos.

Asimismo, Ayala remarcó que el público va a encontrar en La Huerta “un producto de primera calidad, que no lo va a aburrir y va a poderse mirar a sí mismo. La realidad que narramos es fácilmente extrapolable a La Paz o Santa Cruz”. Recalcó que las valoraciones de los grupos focales han sido excelentes.

Sobre su motivación de para escribir y dirigir la película, Ayala manifestó: “El cine es una pasión, parto de la idea de que para hacer cine hay que filmar lo que se tiene alrededor, e hicimos una comedia por gusto, porque estábamos con ganas de hacer comedia”.

Megacenter, Multicine y la Cinemateca exhibirán esta comedia desde el jueves, con la promesa de buen humor y diversión, y con la garantía de estándares técnicos y artísticos para una sólida presencia nacional e internacional.


“En la huerta todo está hecho por bolivianos para bolivianos, pero es un cine que no sólo por ser boliviano hay que verlo, sino porque es bueno.

Virginio Lema

sábado, 4 de mayo de 2013

La Razón: "La Huerta" llega a La Paz

Jorge Soruco 


Un asesinato del miembro de una importante y vieja familia de Tarija destapa toda una serie de intrigas entre primos. De esta forma, el director de La Huerta, que se estrenará el 9 de mayo, continúa explorando en clave de comedia la idiosincrasia boliviana.   
La cinta, que ya se presentó el jueves en Tarija, se estrenará en las ciudades de La Paz, Cochabamba y Santa Cruz, en un lanzamiento simultáneo. Las premieres se realizarán en fechas distintas, el lunes en el Multicine de la sede de gobierno y el martes en la capital cruceña.
Este es uno de los primeros estrenos nacionales del año, aunque la obra se terminó de producir en 2012. Su director, Rodrigo Ayala Bluske, trabajó tres años en la película, la cual se realizó enteramente en el departamento de Tarija.
El elenco está conformado por el mismo equipo con el que Ayala trabajó en sus anteriores producciones. El filme está protagonizado por Valeria Catoira, Luciana Acosta y Adrián Vaca. Si bien La Huerta sigue una historia independiente, también forma parte de una trilogía de películas con las que su autor busca explorar y exponer la idiosincrasia de los tarijeños en particular y de los bolivianos en general.   
“Cada uno de los personajes representa un tipo de personalidad que encontramos en nuestro diario vivir. Aunque algunos son características netamente chapacas, la mayoría puede encontrarse en cada uno de los rincones de Bolivia. Mi intención siempre fue la de lograr una cinta que llegue a todos”, comentó el realizador.
Ayala inició su trilogía en 2008 con el  estreno del largometraje Día de Boda. Un año después le siguió la película Historias de Vino, Singani y Alcoba. A diferencia de sus predecesoras, La Huerta es más una producción de suspenso, definió su director. El filme se enfoca en las tensiones internas de una familia tradicional del valle chapaco.
El asesinato de uno de sus miembros sirve como pretexto para destapar los conflictos existentes entre los primos, amoríos secretos y conflictos existenciales. A esto se suma la pelea por conseguir la propiedad de la gran hacienda, el último reducto de un clan que se enfrentará a la decadencia por este pleito.
“Es algo que se ve en todo el país. Una familia tradicional y con una larga historia que se ve dividida por los intereses materiales. Además, vemos cómo las apariencias se derrumban cuando algo que sale de la rutina aparece”, consideró el autor, quien desde mediados de abril realizó una intensa gira de promoción.
Pese a que la película se enfoca mucho en el suspenso, Ayala no renunció al humor, sólo que a diferencia de los gags de Día de boda o a la picaresca de estilo italiano de su segundo filme, La Huerta se enfoca en el humor negro. A cada minuto del filme el número de sospechosos por la muerte de Beto Vázquez se incrementa. Primero es la supuestamente antigua amante del fallecido y después la nómina incluye a los parientes. La cinta se proyectará en la Cinemateca Boliviana , el MegaCenter y el Multicine.
Un director que ama a su tierra
Rodrigo Ayala Bluske estudió guión y dirección de cine en Meta Inc, una empresa especializada de Miami. Trabajó principalmente en su Tarija natal. En 2012 presentó el largometraje documental: Tarija, Valle Central.
Un elenco de veteranos
Los actores que participan en La Huerta ya trabajaron anteriormente con Rodrigo Ayala Bluske y son reconocidos por su talento. Valeria Catoira también protagonizó Historias de  Vino, Singani y Alcoba. Luciana Acosta es actriz y presentadora de televisión. Virginio Lema es uno de los principales intelectuales chapacos. Toto Vaca es músico y pintor. Liliana Arce es una de las principales presentadoras de televisión de Tarija y, también, exmodelo. Finaliza la lista Adrián Vaca, quien fue protagonista de Espíritus Independientes. Beto Martínez e Igor Porcel son los responsables de la música.

viernes, 3 de mayo de 2013

La premier en Tarija, ayer

El cineasta Rodrigo Ayala dio inicio ayer al estreno de la película La Huerta, propuesta de una comedia tarijeña que espera con ansias el público boliviano.

Con alfombra roja de por medio, anoche se presentaron los protagonistas del nuevo filme, así como el personal técnico que hizo posible una película de alta calidad.

En el evento resaltó la belleza de la actriz Liliana Arce así como la elegancia de los actores Virginio Lema, Adrián Vaca y Roberto Vaca, quienes son los protagonistas.

En sus palabras de circunstancia, Ayala dijo que La Huerta es una película muy divertida por la calidad de los actores y por lo atractivo de la trama, por lo que invitó a la población tarijeña a mirar las funciones en el cine De la Torre. Antes de la exhibición de la película, los actores y técnicos realizaron un brindis de honor.

El lunes 6 de mayo será la premier en la ciudad de La Paz, mientras que en Santa Cruz será el 7 de mayo, pero el estreno en todo el país se efectuará el jueves 9 de mayo. (El País)





jueves, 2 de mayo de 2013

A horas del estreno...


La nueva propuesta logró captar la atención de medios de comunicación social a nivel nacional después de realizar una gira por las ciudades de La Paz y Santa Cruz, donde el film será exhibido la semana próxima. 

Si bien la premier en la ciudad sede de Gobierno será el lunes 6 de mayo, y  en Santa Cruz el 7 de mayo, el estreno en todo el país se efectuará el jueves 9 de mayo y para ello también el elenco de artistas tiene previsto visitar esas ciudades para hacer la presentación oficial del filme.

 “La nueva película es muy divertida porque el elenco de artistas se logró consolidar en la comedia. Cada personaje le da un sentido único al filme y no cabe duda que la trama será atractiva para toda clase de gente”, expresó Ayala.
Para adelantar algunos detalles, se instalará una alfombra roja donde pasarán los artistas de la película y conversarán con los medios de comunicación. Plus TV transmitirá en directo el evento a partir de las 21:00. Los presentadores serán Daniel López, Noelia Sargenti y Valentina Guzmán.

Se tiene previsto la participación de todo el elenco artístico y técnico que participó en el tercer filme del cineasta tarijeño. El director realizó la invitación a la población tarijeña para que asistan a ver la nueva comedia que trae muchas sorpresas. 

No sólo eso, ya que también otros reconocidos columnistas y periodistas sostuvieron cometarios acerca del trabajo del cineasta tarijeño como, por ejemplo, Fernando Molina, periodista que ganó el premio Rey de España 2012, exdirector del semanario Pulso y de Nueva Economía, quien dijo que “las películas de Ayala muestran la entrada al camino que nos será imprescindible transitar: Un cine hecho  para la gente  que  cuente historias propias”. (El País)

miércoles, 1 de mayo de 2013

Mañana,en Tarija, se estrena La Huerta

¡La espera llegó a su fin!. La Huerta se estrena mañana, jueves 2 de mayo, en la ciudad de Tarija, lugar de procedencia de esta producción nacional. El cine boliviano suma a su ya amplio catálogo, un film más del director Rodrigo Ayala. ¡Enhorabuena!