sábado, 18 de mayo de 2013

Sebastián Morales Escoffier: La huerta: Entredichos

Hay una cierta tendencia en el cine latinoamericano de los últimos años de retratar a las  clases altas de los respectivos países. En este todavía pequeño corpus podemos encontrar películas como la panameña Chance, la peruana Dioses y por supuesto, la boliviana Zona Sur. Todos estos filmes demuestran un cierto gusto por desarmar la honorable fachada de los hogares de clases altas para sacar sus trapitos al sol.
En este grupo de filmes hay que aumentar la nueva propuesta de Ayala Bluske: La huerta.  La cámara del director tarijeño se adentra a la casa de una curiosa familia de clase alta del sur de Bolivia.  Al igual que en la propuesta de Valdivia, la gran parte del metraje tiene como locación el disfuncional hogar de esta familia. El film cuenta la historia de un asesinato en el seno mismo de la casa. Los hechos que llevaron al crimen serán reconstruidos a partir de flashback y de los testimonios de cada uno de los miembros de la familia. A partir de piezas aparentemente fragmentarias, Ayala busca jugar un Clue audiovisual.

 Y este juego no comienza necesariamente con el asesinato, que es leitmotiv que ordena todo lo que sucede en la casa. En los primeros planos de la película vemos a todos los miembros de la familia sentados viendo una telenovela y en las pausas, contando chismes. Esta referencia televisiva permite entender los verdaderos propósitos del film; se trata de un juego de apariencias, en donde la verdad de las cosas sólo puede pasar entre un entrecruzamiento entre  lo dicho y lo visto.

De ahí que es necesario prestar atención en La huerta  a los detalles, en lo que sucede en un segundo  plano, en lo que está atrás de algo. Prestar atención a las miradas poco ortodoxas de un miembro de la familia demasiado fisgón o  estar atentos a las múltiples menciones de la alcurnia de los personajes (“¿hijto de quién es?”). O a esa secuencia en donde una de los personajes se comienza a excitar cuando su marido comienza, en un segundo plano, a contar chismes por teléfono.  Es en esos momentos, en donde lo oculto sobrepasa la censura de la honorable fachada, en donde La huerta  comienza a funcionar. (Cinemas-cine)

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