Hay una cierta tendencia en el cine latinoamericano de los últimos
años de retratar a las clases altas de los respectivos países. En este
todavía pequeño corpus podemos encontrar películas como la panameña
Chance, la peruana Dioses y por supuesto, la boliviana Zona Sur. Todos
estos filmes demuestran un cierto gusto por desarmar la honorable
fachada de los hogares de clases altas para sacar sus trapitos al sol.
En este grupo de filmes hay que aumentar la nueva propuesta de Ayala Bluske: La huerta. La
cámara del director tarijeño se adentra a la casa de una curiosa
familia de clase alta del sur de Bolivia. Al igual que en la propuesta
de Valdivia, la gran parte del metraje tiene como locación el
disfuncional hogar de esta familia. El film cuenta la historia de un
asesinato en el seno mismo de la casa. Los hechos que llevaron al crimen
serán reconstruidos a partir de flashback y de los testimonios
de cada uno de los miembros de la familia. A partir de piezas
aparentemente fragmentarias, Ayala busca jugar un Clue audiovisual.
Y este juego no comienza necesariamente con el asesinato, que es
leitmotiv que ordena todo lo que sucede en la casa. En los primeros
planos de la película vemos a todos los miembros de la familia sentados
viendo una telenovela y en las pausas, contando chismes. Esta referencia
televisiva permite entender los verdaderos propósitos del film; se
trata de un juego de apariencias, en donde la verdad de las cosas sólo
puede pasar entre un entrecruzamiento entre lo dicho y lo visto.
De ahí que es necesario prestar atención en La huerta a los
detalles, en lo que sucede en un segundo plano, en lo que está atrás
de algo. Prestar atención a las miradas poco ortodoxas de un miembro de
la familia demasiado fisgón o estar atentos a las múltiples menciones
de la alcurnia de los personajes (“¿hijto de quién es?”). O a esa
secuencia en donde una de los personajes se comienza a excitar cuando su
marido comienza, en un segundo plano, a contar chismes por teléfono.
Es en esos momentos, en donde lo oculto sobrepasa la censura de la
honorable fachada, en donde La huerta comienza a funcionar. (Cinemas-cine)
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